El enunciado “plata o plomo” es una de las citas más internacionalizadas de la marca Pablo Escobar a pesar de su muerte. Esta brillante frase que respaldada por toda una idiosincrasia nacional,  ha servido como  fuente de inspiración para una enorme gama de productos, auténticamente colombianos, una rentable variedad de souvenirs que permiten a los consumidores entrar en contacto publicitario con una de las figuras con mayor proyección internacional de Colombia. Esta frase se hizo popular gracias a una escena en la que Pablo Escobar, al ser descubierto en un retén del ejército con un cargamento de contrabando, le ofrece al interlocutor que lo confronta la posibilidad de recibir dinero: plata o recibir una lluvia de balas: plomo. 

La personificación del asesino a sueldo en esta parodia de un video musical, inspirado en la figura del rapero gángster de los videos musicales, cuenta una ficción en la que el acto de matar es banalizado, como en las películas de acción, uno tras otro. los cuerpos de los actores caen  acribillados bajo las balas de los protagonistas, se actúa sobre la actividad asesina y se registra la muerte en masa indiferentemente. Las historias sobre los crímenes se parecen a la realidad, el protagonista reflexiona sobre su peligro, confiesa específicamente, se siente orgulloso de sus asesinatos. La sangre derramada en la televisión no salpica, pero la forma en que se relata la muerte a diario es la percepción de la realidad de los consumidores.

En la parte final la canción cambia la perspectiva y se frasea: Machismo que me mata, que te mata, que los mata Plomo, plomo, plomo, todo por la plata (bis) 

Con esta frase se trae un final conclusivo para el discurso contradictorio que expone la canción, el machismo como responsable de la muerte de muchos. El machismo como un accionar nocivo que me mata, que te mata, que los mata. Esa construcción de masculinidad tóxica que perfora con plomo  los cuerpos de otros y está dispuesta a recibir plomo con tal de ganar plata. Esto no es más que un intercambio normal en el sistema necro-capitalista; los asesinos y los cadáveres putrefactos, se convierten en valor de cambio en el negocio de los tráficos cobijados por la ilegalidad mediática. Allí, multitudes hombres compiten por avanzar en una pirámide de poderes, aplastándose unos a los otros y quien está al mando no es el más capaz o el más inteligente, sino el más sanguinario.