NARCOPALABRAS. NARCOREALIDADES. NARCOFICCIONES

El uso indiscriminado de la palabra Narco permea documentos académicos, ficciones y noticias. El prefijo narco surge inicialmente de la palabra narcótico. Tanto narco, acortamiento de narcotraficante convertido en prefijo, como narco-, elemento compositivo, se incorporan al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua,

La RAE, en la vigésima segunda edición (2001): “narco (acort.). narcotraficante. Y narco- (de narcótico). Significa ‘droga’. Sin embargo, muchas palabras formadas con el elemento compositivo narco- ya circulaban en los medios impresos. En esta lógica, ‘narco’ es una apócope de narcotraficante, o sea, persona que trafica con narcóticos. La palabra narcótico significa que hace dormir. Es el tráfico de una sustancia que adormece. La relación con el adormecimiento me resulta interesante cuando pienso en los productos audiovisuales como un elemento narcótico. Esto se  relaciona profundamente con el enorme protagonismo que se ha dado al narcotráfico como una ficción glamorosa que viene a negar las causas profundas generadas por la guerra, contra el tráfico de estupefacientes.

La excesiva circulación de información, fácilmente convierte al consumidor-usuario en un especialista en historia, en un opinador que sustenta sus valoraciones en productos audiovisuales e informativos de mayor alcance mediático. Leer el hecho ficticio como una realidad y los hechos coyunturales que suceden en el presente, al igual que en los años 80, son soportados por el conocimiento previo tomado del mundo del entretenimiento y el espectáculo noticioso: 

e ha puesto de relieve hasta qué punto las news (sic) descansaban sobre los mismos resortes que el espectáculo: dramatización de sucesos, búsqueda de lo sensacional, fabricación artificial de vedettes, la totalidad de la información está intencionadamente marcada por la rabiosidad de la primicia y por la voluntad de dar a conocer la novedad y lo inesperado según una lógica análoga a la de la moda.

El Imperio de lo Efímero. 1990

La mundialización de la problemática del narco y su hípervisibilidad mediática estimula la creación constante de nuevas palabras compuestas que son publicadas en diferentes medios de información, como narcocasa, narcoavión, narcoguerra, narcoterrorismo, narcoguerrilla, narcoavioneta. Las definiciones suelen darse desde un espacio coloquial y consecutivo, por ejemplo, narcoperro: perro encontrado en una narcocasa: casa en la que estaban haciendo una narcofiesta: fiesta en la que estaba tocando una narcobanda: banda que toca narcocorridos: música tradicional mexicana en la que se cuentan las hazañas de los narcos.

El uso del prefijo en los titulares invita al lector a entender que el artículo está relacionado con el narcotráfico, lo cual puede ser un gancho seductor puesto que este tema es de alto interés para diversas audiencias.

A diferencia de estas enunciaciones de tono sensacionalista, los fenómenos mediáticos como la narcoliteratura, los narcocorridos o las narcotelenovelas, que conforman un conglomerado de producción cultural derivado de la narcocultura, funcionan como soporte del mito de lo narco en la sociedad. Sus mecanismos son las narrativas, los imaginarios, lo mítico y la estética, en conjunto forman una ficción histórica para la audiencia del entorno de vida de los narcotraficantes.

NARCODISTRACCIONES

El término narcoterrorista, asociado a narcoparamilitarismo y narcoguerrilla, es bastante utilizado en los medios de comunicación colombianos y ha modificado el modo como se denomina a los dos principales grupos armados partícipes en la guerra. El uso del prefijo sustenta una serie de informaciones que suponen la financiación de los grupos con dineros provenientes del narcotráfico. La clasificación de ambos bandos con el mismo término desdibuja las diferencias entre los dos tipos de narcoterroristas, los unos apoyados por el Estado y los otros alzados en armas en contra del Estado. A causa de esto, se minimizan las razones de la guerra a una mera lucha por control del tráfico de estupefacientes; se inmiscuyen los relatos públicos relacionados con los grupos guerrilleros, cuya representación mediática ha sido creada por sus contrincantes. La satanización de este último ha contaminado otras fuerzas de oposición no armada, lo que ha justificado las masacres perpetradas por los narcoparamilitares contra la población campesina acusada de colaborar con la narcoguerrilla. 

El imaginario colectivo ha sido manipulado a través los medios que desinforman y adormecen, en un acto de narcosugestión maniquea. Este relato asume valores, establece y elige entre buenos y malos, de acuerdo con los intereses de políticos inescrupulosos. Incluso, con estas estrategias, podría suceder que en algún momento califiquen este proyecto como narcoarte.